Inauguración
10 septiembre — 19:30
Benigno Soto, 14
10 septiembre — 19:30
Benigno Soto, 14
Las distancias
Elisa Arroyo
10 sep 
Inauguración: 10 de septiembre, 19:30 a 21:30
Exposición abierta del 10 de septiembre al 10 de octubre de 2025
De lunes a viernes, 10:00 - 14:00 y 16:00 - 19:00
Exposición abierta del 10 de septiembre al 10 de octubre de 2025
De lunes a viernes, 10:00 - 14:00 y 16:00 - 19:00
_2B space to be, espacio expositivo del estudio de
arquitectura y diseño Moneo Brock, tiene
el placer de presentar “Las
distancias”, una exposición de la artista Elisa Arroyo.
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Las distancias es el resultado de un proceso de experimentación de la arquitectura, a través del cual la artista hace un registro fotográfico de consecuencias pictóricas, construyendo una suerte de resortes de memoria. Se trata de un proyecto desarrollado en dos secciones, en el que Arroyo materializa la propuesta de continuar el ritmo palimpséstico descubierto en el urbanismo de algunos de sus lugares más significativos, o donde ha experimentado una «especial sacudida». Edificios de Brooklyn o Berlín resuenan en otros de Biarritz o Nápoles, o viceversa, aportando nuevas «vistas» que se materializan en combinaciones fotográficas o en detalles sobredimensionados mediante la pintura.
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La ciudad está compuesta de imágenes, impresiones, recuerdos que interactúan como si de un texto se tratara. La urbe estimula la imaginación tanto de quien la diseña como del que después la visita. Como afirma el filósofo Jean-Jacques Wunenburger, «prolonga la lógica y el equilibrio de las formas por medio de sensaciones, percepciones o fantasías que ensanchan su ánimo». Su lectura desde el arte puede trascender su diseño y reflejarla como una nueva entidad.
Hay algo en la experiencia del espacio que es acumulativo, que no todos los arquitectos han previsto y que descubre un territorio que funciona como un punto de coincidencia de lugares alejados. Esto es algo que Arroyo subraya cuando trabaja con las imágenes, revelándolas, recortándolas y superponiéndolas, con el fin de que el recuerdo las reorganice y las dote de una coherencia interna, para devenir en nuevas entidades fotográficas.
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La continuación de esa primera parte del proyecto supone otra versión de esta metodología a capas, que se produce tras una visita al Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Desde el siglo XVI, este apabullante lugar ha pasado de caballeriza a palacio, universidad, biblioteca real, para luego ser un espacio museístico en constante reconfiguración, que, después de mostrar una colección de los Borbones y transformarse en el Museo Nacional de Garibaldi en el siglo XIX, llega finalmente a ser un Museo Nacional de Arqueología en continua adaptación a nuevas necesidades expositivas.
Para vincular su práctica pictórica con las capas que la historia imprime al Museo Arqueológico de Nápoles, Elisa Arroyo mantiene el ritmo que provoca ese palimpsesto construido por el tiempo y sus vicisitudes a partir de los fragmentos pictóricos descontextualizados de Pompeya y Herculano, hoy conservados y dispuestos sobre las paredes del museo.
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Para este fin, la artista se apoya en un procedimiento de trabajo consistente en fotografiar esos fragmentos pictóricos de la Antigüedad e imaginar una continuación de la vida de las paredes del museo, con sus marcas, huellas y grietas, que le permiten introducirse en el universo de la abstracción, donde descubre estructuras y combinaciones que se manifiestan en una nueva serie que acompaña a la fotográfica. Arroyo sugiere fondos arquitectónicos en óleo sobre lienzo, una suerte de estructura de la superposición hecha de contactos entre campos monocromos. Parece revelar una continuidad espacial, que se dirige hacia un nuevo tiempo escondido.
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Elisa Arroyo (Madrid, 1978) ha estudiado en SUNY Purchase y en Pratt Institute, ambos en Nueva York. En sus propias palabras: «mi trabajo es de precisión, de laboriosa disciplina, de lenta paciencia, de atención rigurosa, casi se podría decir de obsesión. El proceso que sigo es aleatorio y al mismo tiempo ordenado, creando una tensión entre estas dinámicas opuestas. Es una labor de procesos largos que se multiplican o dividen en subprocesos. A partir de un determinado motivo elemental, desarrollo variaciones y repeticiones. Trabajar en series de imágenes, tamaños y procedimientos me da una libertad controlada para jugar e investigar. Aspiro a apelar a las emociones primordiales del espectador, a crear un encuentro estético íntimo y placentero».

Las distancias es el resultado de un proceso de experimentación de la arquitectura, a través del cual la artista hace un registro fotográfico de consecuencias pictóricas, construyendo una suerte de resortes de memoria. Se trata de un proyecto desarrollado en dos secciones, en el que Arroyo materializa la propuesta de continuar el ritmo palimpséstico descubierto en el urbanismo de algunos de sus lugares más significativos, o donde ha experimentado una «especial sacudida». Edificios de Brooklyn o Berlín resuenan en otros de Biarritz o Nápoles, o viceversa, aportando nuevas «vistas» que se materializan en combinaciones fotográficas o en detalles sobredimensionados mediante la pintura.

La ciudad está compuesta de imágenes, impresiones, recuerdos que interactúan como si de un texto se tratara. La urbe estimula la imaginación tanto de quien la diseña como del que después la visita. Como afirma el filósofo Jean-Jacques Wunenburger, «prolonga la lógica y el equilibrio de las formas por medio de sensaciones, percepciones o fantasías que ensanchan su ánimo». Su lectura desde el arte puede trascender su diseño y reflejarla como una nueva entidad.
Hay algo en la experiencia del espacio que es acumulativo, que no todos los arquitectos han previsto y que descubre un territorio que funciona como un punto de coincidencia de lugares alejados. Esto es algo que Arroyo subraya cuando trabaja con las imágenes, revelándolas, recortándolas y superponiéndolas, con el fin de que el recuerdo las reorganice y las dote de una coherencia interna, para devenir en nuevas entidades fotográficas.

La continuación de esa primera parte del proyecto supone otra versión de esta metodología a capas, que se produce tras una visita al Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Desde el siglo XVI, este apabullante lugar ha pasado de caballeriza a palacio, universidad, biblioteca real, para luego ser un espacio museístico en constante reconfiguración, que, después de mostrar una colección de los Borbones y transformarse en el Museo Nacional de Garibaldi en el siglo XIX, llega finalmente a ser un Museo Nacional de Arqueología en continua adaptación a nuevas necesidades expositivas.
Para vincular su práctica pictórica con las capas que la historia imprime al Museo Arqueológico de Nápoles, Elisa Arroyo mantiene el ritmo que provoca ese palimpsesto construido por el tiempo y sus vicisitudes a partir de los fragmentos pictóricos descontextualizados de Pompeya y Herculano, hoy conservados y dispuestos sobre las paredes del museo.

Para este fin, la artista se apoya en un procedimiento de trabajo consistente en fotografiar esos fragmentos pictóricos de la Antigüedad e imaginar una continuación de la vida de las paredes del museo, con sus marcas, huellas y grietas, que le permiten introducirse en el universo de la abstracción, donde descubre estructuras y combinaciones que se manifiestan en una nueva serie que acompaña a la fotográfica. Arroyo sugiere fondos arquitectónicos en óleo sobre lienzo, una suerte de estructura de la superposición hecha de contactos entre campos monocromos. Parece revelar una continuidad espacial, que se dirige hacia un nuevo tiempo escondido.

Elisa Arroyo (Madrid, 1978) ha estudiado en SUNY Purchase y en Pratt Institute, ambos en Nueva York. En sus propias palabras: «mi trabajo es de precisión, de laboriosa disciplina, de lenta paciencia, de atención rigurosa, casi se podría decir de obsesión. El proceso que sigo es aleatorio y al mismo tiempo ordenado, creando una tensión entre estas dinámicas opuestas. Es una labor de procesos largos que se multiplican o dividen en subprocesos. A partir de un determinado motivo elemental, desarrollo variaciones y repeticiones. Trabajar en series de imágenes, tamaños y procedimientos me da una libertad controlada para jugar e investigar. Aspiro a apelar a las emociones primordiales del espectador, a crear un encuentro estético íntimo y placentero».
