Francisco Leiro
Sin título

22 Feb         4 Abr 2016

“No hay ninguna historia que contar excepto la nuestra, una historia de fragmentos dislocados, de trozos desordenados que finalmente se reúnen. La obra de este artista siempre formula interrogaciones, algo natural quizás para un hombre que vive en los confines cambiantes de Occidente, a la espera de que el Atlántico llegue contoneándose con su música de aciagas respuestas. Viajamos en compañía del mensajero y de las imágenes que, en sus mejores obras, son insustituibles. La piedra, la madera, el regreso a la madre tierra, al principio de las cosas.”  Kevin Power

Podemos considerar el trabajo de Leiro como una alegoría sobre la vulnerabilidad y fragilidad humana. La realidad pasa a ser una ficción más: una construcción humana. Hay en Leiro una predisposición hacia la ambivalencia y al juego con la incongruencia entre el lenguaje literal y el figurativo. Es decir, tensa la distancia entre signo y significado.
La pieza central de esta exposición, Madama, evidencia la relación entre el cuerpo y el objeto donde éste aparece como una prolongación del propio cuerpo.
Ofrenda a Santa Librada (patrona de Praga) utiliza la iconografía sobre su leyenda; suele representarse crucificada y sin un zapato. En este caso aparece portando unos zapatos en la mano, de modo que el objeto se convierte en elemento simbólico. Narcisa, también presente en esta exposición, no alude únicamente al mito griego clásico que se enamora de su imagen, sino que de una manera humorística y desenfadada nos alerta sobre los abusos de las nuevas tecnologías (Facebook, selfies, Instagram...) que han conseguido elevar el narcisismo a niveles insospechados.
Respecto a los lázaros, su reducción de escala les otorga un aspecto más amable sobre algo que a priori pueda parecer escabroso como es el tema de la muerte y la resurrección.
Leiro parte de imágenes enraizadas en su imaginación, formas elementales que llevan a nuevas formas movidas por una retórica de la ironía, toques de humor y una interrogación constante de los gestos que definen lo contemporáneo. Es un proceso medido cargado de sutilezas.